Tratamiento de infecciones del oído: guía práctica

Las infecciones del oído son comunes, especialmente en niños, y pueden causar dolor, disminución temporal de la audición y malestar general. Entender sus signos, cuándo consultar a un doctor y qué opciones de tratamiento existen ayuda a actuar con rapidez y seguridad. Este artículo explica las causas habituales, cómo se diagnostican y las alternativas terapéuticas más usadas, con un lenguaje claro y orientado a pacientes y cuidadores.

Tratamiento de infecciones del oído: guía práctica

Este artículo es solo para fines informativos y no debe considerarse consejo médico. Consulte a un profesional de la salud calificado para obtener orientación y tratamiento personalizados.

¿Cuándo visitar al doctor por una infección del oído?

Acudir al doctor es recomendable si el dolor es intenso, si hay fiebre persistente, secreción del oído o pérdida notable de audición. En bebés y niños pequeños, irritabilidad, dificultad para dormir o tirar de la oreja son señales para valoración médica. Los niños con infecciones recurrentes o las personas con factores de riesgo (defensas bajas, malformaciones del oído) necesitan evaluación especializada más pronto que tarde para prevenir complicaciones.

¿Qué síntomas del oído indican infección?

Los síntomas comunes incluyen dolor punzante en el oído, sensación de presión, disminución de la audición temporal y, a veces, secreción purulenta si existe perforación timpánica. También pueden aparecer fiebre, malestar general y equilibrio alterado. En adultos el dolor puede ser menos evidente; por eso la sensación de taponamiento o zumbidos debe atenderse. Registrar la duración y la intensidad de los síntomas facilita el diagnóstico cuando visite al profesional.

¿Cómo realiza el diagnóstico un profesional médico?

El diagnóstico lo realiza un médico mediante historia clínica y examen otoscópico, que permite ver el tímpano y detectar enrojecimiento, abultamiento o perforación. A veces se solicita timpanometría o audiometría para evaluar la movilidad timpánica y la audición. En casos atípicos o complicados se recurre a pruebas de imagen o a cultivos si hay secreción recurrente. Una evaluación completa ayuda a distinguir entre otitis externa, otitis media aguda y otitis media con efusión.

Opciones de tratamiento y asistencia sanitaria

El tratamiento depende del tipo y la severidad: muchas otitis medias agudas se resuelven con analgesia adecuada y observación, sobre todo en casos leves. Los analgésicos y antipiréticos son la base inicial para aliviar dolor y fiebre. Si la infección es bacteriana, el médico puede indicar antibióticos orales; en otitis externa se emplean gotas óticas específicas. La asistencia sanitaria debe adaptarse a la edad del paciente, alergias y respuesta clínica; seguir las indicaciones médicas reduce el riesgo de recurrencias.

Tratamientos en hospital y casos graves

Cuando la infección provoca complicaciones —dolor intenso que no cede, fiebre alta, secreción persistente, afectación del equilibrio o extensión a tejidos vecinos— puede ser necesaria atención en un hospital. En esos contextos se realizan observación estrecha, administración de antibióticos intravenosos cuando procede y, en casos seleccionados, procedimientos como drenaje o intervención otológica. El hospital también brinda recursos de otorrinolaringología para manejar secuelas o condiciones subyacentes.

Prevención y cuidados en casa

Para prevenir infecciones del oído y favorecer la recuperación: mantener una higiene nasal adecuada en niños, evitar la exposición prolongada a ambientes húmedos o al humo del tabaco, y proteger el oído de agua sucia. En lactantes, favorecer la posición semierguida durante la alimentación puede disminuir el riesgo. Cumplir cursos de vacunación recomendados y tratar rápidamente resfriados o alergias ayuda a reducir episodios recurrentes. Seguir las recomendaciones del doctor sobre cuidados domiciliarios acelera la mejoría.

En resumen, las infecciones del oído abarcan cuadros desde molestias leves hasta procesos que requieren atención hospitalaria. Un diagnóstico temprano por un médico y un plan de tratamiento adaptado a la edad y la severidad son claves para evitar complicaciones. La prevención, medidas de cuidado en casa y el acceso a asistencia sanitaria cuando aparece fiebre o secreción permiten un manejo eficaz y seguro.