Insomnio crónico: causas comunes y caminos para su manejo
El insomnio crónico deteriora la calidad del sueño y aumenta la fatiga y la somnolencia diurna. Este artículo explica causas habituales, herramientas diagnósticas y estrategias basadas en evidencia —incluyendo terapia cognitivo-conductual, higiene del sueño, pruebas del sueño y enfoques para ritmos circadianos— para orientar un plan de manejo.
El insomnio crónico se caracteriza por dificultades persistentes para iniciar o mantener el sueño, o por sueño no reparador que ocurre varias noches a la semana durante meses. Sus consecuencias incluyen fatiga, somnolencia diurna, afectación del estado de ánimo y del rendimiento laboral o académico, y riesgo aumentado de problemas de salud física y mental. Comprender factores conductuales, médicos y ambientales permite diseñar un plan individualizado que reduzca el impacto en el día a día y mejore la recuperación nocturna.
Este artículo es únicamente informativo y no sustituye la valoración médica. Consulte a un profesional de la salud cualificado para obtener diagnóstico y tratamiento personalizados.
¿Qué causa el insomnio crónico?
Las causas del insomnio crónico suelen ser multifactoriales. Entre las más frecuentes están el estrés prolongado, trastornos de ansiedad y depresión, enfermedades crónicas, efectos secundarios de medicamentos y hábitos de sueño deficientes. Cambios en el ritmo circadiano por trabajo por turnos o exposición a luz inadecuada también contribuyen. En algunos casos se asocian trastornos respiratorios del sueño como la apnea o condiciones neurológicas como la narcolepsia, por lo que una evaluación clínica completa es esencial.
¿Qué incluye la higiene del sueño y la relajación?
La higiene del sueño agrupa prácticas destinadas a favorecer un ambiente y unos hábitos propicios para dormir: horarios regulares, dormitorio oscuro y silencioso, reducción de estimulantes por la tarde y limitar el uso de pantallas antes de acostarse. Las técnicas de relajación —respiración diafragmática, relajación muscular progresiva y prácticas de atención plena— ayudan a disminuir la activación física y mental que impide conciliar el sueño. Estos cambios conductuales son la base inicial del manejo y mejoran la eficacia de otras terapias.
¿Qué es la terapia cognitivo-conductual para el insomnio (TCC-I) y cuándo se recomienda?
La TCC-I es una intervención estructurada que aborda pensamientos y conductas que perpetúan el insomnio. Incluye control de estímulos, restricción de tiempo en la cama, reestructuración cognitiva y entrenamiento en higiene del sueño. Está respaldada por evidencia que demuestra mejoras sostenidas en la latencia y la eficiencia del sueño. Se recomienda como tratamiento de primera línea antes de depender en exceso de medicación, y puede combinarse con fármacos cuando las circunstancias lo requieran.
¿Qué pruebas diagnósticas se usan: polisomnografía y actigrafía?
La polisomnografía es un estudio nocturno en laboratorio que registra parámetros respiratorios, movimientos, etapas del sueño y eventos asociados; es fundamental cuando se sospecha apnea obstructiva u otros trastornos complejos. La actigrafía, utilizando un dispositivo en la muñeca, valora patrones sueño-vigilia en el entorno habitual durante días o semanas y es útil para detectar alteraciones del ritmo circadiano o para monitorizar respuesta al tratamiento. La elección depende de la historia clínica y de los hallazgos en la evaluación inicial.
¿Qué papel tienen la melatonina y la cronoterapia en los ritmos circadianos?
La melatonina puede ser útil en trastornos del ritmo circadiano y en formas de insomnio de conciliación, especialmente en desfase horario o en trabajadores por turnos; su eficacia depende de la dosis y del momento de administración. La cronoterapia incluye estrategias de exposición a luz, ajuste gradual de horarios de sueño y, en ocasiones, restricción controlada del sueño para realinear el reloj biológico. Estas intervenciones requieren planificación y seguimiento, ya que una administración inadecuada puede empeorar el desajuste circadiano.
¿Cómo diferenciar apnea, narcolepsia y trastornos de la fase REM?
Cuando la somnolencia diurna es marcada pese a intentos de dormir más, se deben considerar otras patologías. La apnea obstructiva suele asociarse a ronquidos, pausas respiratorias y despertares nocturnos; la narcolepsia se caracteriza por episodios de sueño irresistible y, en algunos casos, cataplejía. Los trastornos relacionados con la fase REM pueden provocar sueños vívidos o comportamientos motores durante el sueño. La evaluación por especialistas y pruebas como la polisomnografía y estudios de latencias múltiples son claves para diferenciar y tratar estas condiciones adecuadamente.
Conclusión
El insomnio crónico requiere un abordaje multimodal que combine evaluación médica, medidas de higiene del sueño, intervenciones conductuales como la TCC-I y, cuando procede, pruebas diagnósticas específicas. Tratamientos orientados al ritmo circadiano y la identificación de trastornos coexistentes, como la apnea o la narcolepsia, aumentan la probabilidad de recuperar un sueño reparador y reducir la fatiga y la somnolencia diurna. La personalización del plan terapéutico y el seguimiento profesional son determinantes para el éxito a largo plazo.